Cuando uno vive con un animal. No es hasta que se vive con un animal cuando uno se plantea muchas cosas. Si nunca has convivido con ninguno, seguramente te llama la atención que alguien llore cuando se le muere el perro o se le pierde el gato. Si vives con uno o si has pasado por el trance de perder a algún compañero animal alguna vez, entonces sabes de lo que hablo. A los animales que viven con los humanos, los queremos mucho. Son alegres, agradecidos, acompañan, no critican, no juzgan, no guardan rencor… sólo te piden un poco de cuidado básico y tu cariño. Cuando contemplo a mis dos gatos, Ariel y Kitty, que son dos obras de arte (como dicen las madres: lo mejor que he hecho!!) , me pregunto cómo puede la gente que tiene animales y los quiere, no darse cuenta de que no existe diferencia entre por ejemplo un gato, y una vaca, o un cerdo, una cabra, un pato, un pollo… Todos conocemos amantes de perros, gatos, pájaros, caballos, que disfrutan de su compañía y sin embargo se alimentan principalmente de cerdo, pollo y vaca. No por ser de distinta especie van a dejar de sentir alegría, confianza, cariño, miedo, dolor o sufrimiento. ¿Acaso uno piensa que a un pollo o a un pez no le duele lo que a un gato o a un perro sí? Somos tan egoístas que no queremos pensar en ello, o pensamos que los animales están para comérnoslos, excepto los gatos y los perros, que están para que nos hagan compañía y nos alegren la vida: TODO A NUESTRO SERVICIO, pero nosotros al servicio de nada. Me da mucha pena y, la verdad, tampoco me gusta escribir sobre estas cosas tan tristes, pero es mi obligación hablar claro. Las verdades son difíciles de escuchar, ¡gracias por leerme!Algunas personas tienen en su casa un cerdo, un tigre, un conejo… y han comprobado que responden igual al trato cariñoso de un humano, que los perros y los gatos. Matar animales cuando no es necesario hacerlo para comer y está demostrado, es una burrada; pero peor aún me parece que se les tenga toda la vida estabulados en condiciones inhumanas o que se les cebe como a los patos hasta que su hígado enferma y sale el ¿riquísimo? foie, por poner un ejemplo.Ya sabéis que me posiciono como una vegetariana flexible y que considero que no hay que criticar a un vegetariano porque coma lácteos, huevos o porque algún día tome una gamba. Creo que eso desanima. Hay que fijarse en el aspecto positivo y precisamente alabar a estas personas ¡porque ya hacen mucho! En la vida no todo es blanco o negro. Cada uno hará lo que quiera o pueda, o lo que sienta; se trata de hacer las cosas lo mejor posible, cada uno con su idiosincrasia: minimizar el impacto negativo que causamos sobre lo que nos rodea. Alguien pensará: “Para qué tanto rollo con los animales, si son más importantes las personas…” Que estemos concienciados en hacer el bien con los animales no significa que no queramos hacerlo también con las personas. De hecho es más fácil que alguien que quiere a un animal se preocupe también por el bienestar de otro humano. Hace unos días, un paciente me prestó el libro “Yoga y Dieta Vegetariana” de Swami Satchidananda (muy recomendable, por cierto), os transcribo un párrafo (página 31) que me pareció muy adecuado para este artículo:“Supongamos que todos los carniceros se pusieran a decir: “Ya no vamos a volver a matar sólo para complacerles a ustedes. Si alguien quiere comer carne, que sea él quien mate”. ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de traer un cordero a la cocina, la madre agarrándolo por dos patas, el padre por las otras dos, y el hijo manteniéndolo abierto mientras le clava el cuchillo y el animal se retuerce y grita de dolor, salpicando sangre por todas partes, la materia fecal saliendo… y luego limpiar la sangre y la porquería, cortarlo y comerlo? No. Cuando está bien envuelto en un bonito celofán, sin sangre, sin malos olores, en el refrigerador del supermercado, entonces todo nos parece perfecto.”
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